La historia de las pulseras se remonta a la antigüedad, y tanto las civilizaciones orientales como las occidentales las consideraban portadoras de cultura y emoción. En Occidente, los antiguos griegos y romanos fueron de los primeros en crear pulseras con metales y piedras preciosas, otorgándoles significados de protección y estatus; en Oriente, ya en el Neolítico, nuestros antepasados ensartaban jade y huesos de animales para crear adornos, que llevaban en las muñecas para pedir buena fortuna. Entre estos, el ágata y el cristal se consideraban medios que conectaban la energía del cielo y la tierra gracias a sus texturas únicas y propiedades "espirituales". A lo largo de miles de años, las pulseras nunca han perdido su encanto, sirviendo tanto como un símbolo del tiempo como de la eterna búsqueda de la belleza y el sustento espiritual de la humanidad.